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Nancy Din: 

La vecina que motoriza el pedido de ayuda

Esta vecina de El Jagüel vivió los obstáculos en primera persona. “Crecí toda mi vida en El Jagüel. Tengo tres hermanos, un nieto y un hijo, que falleció hace tres años, que sufren algún tipo de discapacidad motriz”, cuenta Nancy Din. Empujó sus sillas por empedrados, calles de tierra e hizo lo imposible para trasladar a sus seres queridos por la región. 

 

El incumplimiento de la ley 24.314 de Accesibilidad para personas con movilidad reducida le presentó barreras en su vida cotidiana. “Por el tipo de discapacidad de mi hijo, él usaba una silla motorizada. Pero, a veces, cuando salíamos había que cambiar a la otra porque la motorizada solo funciona en terreno liso, como el asfalto”, explica Din. A su hijo no le gustaba esta situación: “Se ponía de mal humor, se quejaba, me preguntaba por qué debía hacerlo”, recuerda. 

 

Llegó un momento en el que estos obstáculos, empeoraron. “La combi que llevaba a mi hijo a la escuela dejó de pasar por el barrio por las calles de tierra. En cambio, empezó a circular por la Ruta Nacional 205. Pero no tenía un cruce peatonal a nivel para atravesar las vías, ni rampas. Entonces comencé a presentar cartas y notas al ferrocarril y a al Municipalidad para que me ayuden”, expresa. La vecina tuvo que esperar dos años hasta que la Comuna empezó las tareas de mantenimiento en la 205 o avenida Dardo Rocha y, entonces, incorporaron las rampas a la obra. En cambio, Trenes Argentinos, demoró un año en resolver el pedido del cruce. “La empresa me puso en contacto con un arquitecto que me preguntó acerca de la discapacidad de mi hijo y sus necesidades, para lograr el cruce perfecto para él. También aproveché para consultarle sobre las rampas en la estación, y me dijo que la obra era imposible porque la estación era muy alta y entonces una rampa quedaría muy peligrosa. Esto no es cierto, porque se podría hacer una que doble y, por ende, no sea tan empinada”, detalla Din. 

 

En ese entonces, la vecina cesó su reclamo por El Jagüel. “Ya me sentía sola en el reclamo. Le preguntaba y pedía a los padres de los compañeros de la escuela especial a la que iba mi hijo y todos ponían excusas. Además, como estaba sola en la lucha, nadie me daba bola. Entonces desistí, y cada vez que tenía que viajar en tren, lo hacía desde la estación Monte Grande”, dice Din. Sin embargo, este cambio en su rutina no facilitó su situación: “Ahí, la rampa está de un lado de la estación. Esto conllevaba a que, si necesitaba viajar del otro lado, me iba hasta Ezeiza para poder, ahí, cambiar al anden que me correspondía. Y ese viaje lo hice millones de veces, porque tengo IOMA y todo lo que necesita mi hijo me lo daban en La Plata”, dice. 

 

Din también resalta que, si bien la falta de accesibilidad en las estaciones ferroviarias es un problema grave, más lo es que en el Conurbano, los obstáculos abundan. “Algunas rampas están en mal estado y hasta hay cuadras que no tienen. Algunas tienen impedimentos. Es una vergüenza, hay mucha gente mayor, mucha gente con carritos… es imposible transitar. Y si bien yo tenía la opción de irme hasta la estación Monte Grande, es verdad también que ninguna línea interna de colectivos tiene rampas para discapacitados”, sentencia. 

 

La vecina cuenta que convivir el día a día con su hijo la llevó a entender y sentir de una manera más cercana la indignación que el sentía ante el incumplimiento de sus derechos. “Hace poco vi que un político escribió algo haciendo campaña con la rampa. Me indigné, porque éstas fueron construidas a costa de mi sacrificio y llamados constantes, siendo molesta. Es frustrante, es una lucha de uno solo”, manifiesta Din.

 

A pesar de que su hijo falleció hace tres años, Din no bajó los brazos, y se dispuso a seguir con el reclamo. “Soy abuela, y quiero llevar a mi nieto a pasear. Pero el no poder tomar el tren me limita bastante”, concluye la vecina. 

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